Escuela sin Arte
Academia de Superhéroes

"¿Escuela sin arte? ¡Qué clase de nombre es ése!", pensó Kiyori cuando una mañana de domingo leí el periódico. Le pareció una broma pesada, de las más pesadas. No descartó que se tratara de una obra de teatro. Y cómo era costumbre, tampoco ignoró el tema, estuvo haciendo bromas y comentarios sobre ello durante varios días. De hecho guardó ese trozo del periódico en un cajón de su tocador, en su habitación. Lo leí de vez en cuando. "Es una tontería, ¿para qué abrirían una escuela así? No es otra cosa que una obra de teatro", insistió.

Según la información, la escuela se abrió hace más de un siglo. Su misión, desde ese entonces como en el presente, es evitar que los humanos con poderes especiales fueran discriminados, perseguidos e incluso, asesinados. Ya que la sociedad al ver algo tan fuera de lo común, sólo buscaba destruirlo. De este modo, miles de humanos se han salvado desde hace tiempo. ¿Haciendo qué? Bueno, la escuela al ser tomada en burla, a nadie la importaba lo que sucediera con esos chicos, mientras no causaran problemas a los demás... Sí, esto último eran los miles de testimonios que opinaban al respecto. Kiyori quiso averiguar qué hacían esos chicos luego de graduarse, aunque al poco tiempo, perdió interés. El directo de la última década era un tal Darrel Stone, un humano con la habilidad de ver las entrañas de todo ser vivo; y al parecer había estado haciendo un gran trabajo con la academia, decía el anuncio. Una de sus reformas, era dar a conocer la escuela mediante los periódicos, pues así, más chicos vendrían a la academia. Le llamaban sin Arte porque la gente se refería con ese sobrenombre, porque como se dijo anteriormente, era algo que nadie se tomaba en serio.

Pasaron los días y Kiyori empezó a sentir dolores en el estómago, al principio creyó que era una simple infección. El médico le recetó un jarabe especial y no obstante, no le ayudó en nada. A los pocos días, un hambre feroz se apoderó de ella. Probó la tela de su suéter, luego el relleno de su colchón y hasta terminar devorando el metal de su bicicleta. Era evidente que sus padres no lo pasarían por alto, así fue un psiquiatra la trató. Como no pudo hacer nada, recomendó internarla, pues podría representar más peligro. Esa noche, antes de abandonar su casa, Kiyori recordó el anuncio del periódico. Tenía miedo de ingresar a un hospital psiquiátrico. Hizo sus maletas y se fugó sin más. Siguió la extraña dirección de la escuela, decía que el enorme edificio se ubicaba a lo lejos de la ciudad, en medio de un desierto. "¿Y cómo voy a llegar ahí?", se preguntó mientras deambulaba en la central, donde pidió a un taxi que la dejara.  Para su fortuna, un chiquillo tímido, esperaba al otro extremo de la sala de espera. Kiyori se le acercó y le preguntó si en este lado de sala había servicio. El chico sólo se limitó a responderle que su transporte no tardaría. Eso la puso nerviosa, pues no escaparía de ese hospital, sus padres la buscarían hasta encontrarla. ¡Y cómo pensar en abandonar la ciudad! No era mala idea, después de todo, evitaría el psiquiátrico. Sin embargo, un camión terriblemente oxidado y ruidoso, apareció fuera de la central, el chico se marchó y Kiyori lo siguió. Dentro del transporte, había más chicos, todos bastante normales. Subió y el conductor la detuvo, ella le mostró el anuncio del periódico por si servía de algo. "¿Es tu primer día, no?", preguntó el chofer con algo de burla. "Bien, bienvenida a la Academia de Superhéroes Escuela sin Arte", agregó cerrando la puerta detrás de ella. Kiyori busca un asiento, y también, un alma con quien platicar sobre lo sucedido...